viernes, 22 de abril de 2011

Intervención

Enfrente de mí está esta estatua,
allí ha estado desde ya hace siglos, sin sigilos,
desde el tiempo de ñaupa, tan fatua,
del negro carbón,
color horrible de la máxima oclusión, de hilos
gordos apersogada; un telón
que me aísla del resto del mundo que legisla
un nuevo orden sintáctico, cuya aguda esquirla,
no sé, de alguna grave luxación,
se me clava.
Cara pava
del fulano que viene conmigo:
propóneme un trato, falso amigo,
cononociéndome me ofendes, serás mentecato.
Mi tesis aquende,
todo lo demás al diablo, lo tiro, sin recato.

Estoy muy enojado. Tomar solo este volante
y despegar, sin nada, zafado
de la mente, es en sumo urgente.
Debería andar, empecinado.
En cambio el furor fulo intacto,
como en una bandeja de plata,
lo mismo que siempre se desata,
una y otra vez, derecho en el garage, recto.

Por eso ahora undo las uñas en el colchón,
desahogando el encono y aceleración.

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