Abruptos retumbos escucho dentro de mí
cuando voy por el rumbo dirigido,
acaso cierro los ojos, olvido
el oriflama a lo lejos, cielo en que viví.
Voy caminando y el latir se acrecenta,
ya más recio ahora lo escucho;
el talón golpea en ducho
trotar la acera; la luna aparece, lenta.
Sube el sonido alto:
éstos son los llantos de la ciudad,
y yo los exalto.
En lo alto hay un cristal
de aristas pulidas: luz de verdad
para un juicio final.
Ah, pero bien, antes la tempestad.
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