LARGA LA NOCHE
Aquí puedo ver la noche completa,
sentado en la terraza de la duda
de la noche que exuda mentira.
¿Es un gato lo que rúa por allí?
No lo puedo saber.
Hay una gran bulla que casi
siento
como el silencio presencio, mientras
muevo la mano al aire
tratándolo de espantar.
Siento que estoy en el fin del mundo.
Sin fin
nada sería.
No soy capaz de disfrutar la sensación
de vagabundo en el tiempo:
alguien como yo con el cuerpo roto,
los guantes rotos sedientos de frío.
Está bien.
Todavía puedo sentarme y robar constelación
que arregle el cielo de una manotada.
No habrá nadie que reclame la luz
perdida.
No habrá nadie como nadie hay ahora que pueda
verme.
Qué hay de malo en mí que me siento libre,
así,
cuando mi cabeza en el piso rueda
y la divina guillotina se alza tres
metros sobre mí.
Debí saberlo, la muerte avecina,
siempre estuvo allí.
Tomando lo que no era suyo.
Tomando lo que no era suyo.
Tomando lo que no era suyo.
Sería imposible recostarme
en el cemento,
en el centro,
en el centro,
mi mente ha percibido su faz.
Oh lengua dicaz, no has podido
detenerte.
Por tu culpa el miedo me ha tomado inerte.
Aquí lo desconocido.
El gato se acerca más de lo que
debiera, porque
él no sabe nada.
No sabes nada,
le digo
mientras acaricio su cabeza.
Sus ojos han visto la Verdad, lo sé.
En medio de este viento falso que se
mueve al azar,
¿porque acaso no lo es, falso
pequeño minino?
Mínimo podemos sentirlo
a medias pero es difícil respirar
y dejar que la vida ande como si no difícil.
Comienzo a perder la cuenta de
las estrellas
que reclaman como
si bocas tuvieran.
Es confortable
estar escindido de lo demás,
perdiéndose es más el miedo entre el
vapor de pulmón
que poco a poco sube, o se disipa, no sé.
Estoy comenzado a pensar como gato.
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