lunes, 13 de diciembre de 2010

Salvación

Cuando me creí fuerte y al viento abrí vela
para singlar en la mar de muerte que desvela,
el pesar que atemoriza cayó en mi mente.
Tratar de zarpar en aquella mar de tiza,
sin rumbo, sin la estrella que el destino avisa,
fue el mal sueño que ahora evoco de repente.

Con su ola colosa mi barca destruyó
el mar feroz, la esperanza la perdía yo
ante la muerte que blandía la hoz, negra
como un cuervo, y su sombra me cubría,
con acerbo negror: ya mi vida no era mía
sino del horror que todo lo desintegra.

Mis fuerzas eran endebles en la lucha
contra el oleaje, estaban inmersas, mucha
era la tormenta en el cielo y en mi alma.
Yo estaba siendo ahogado con el miedo
que las aguas violentas echaban al ruedo,
oh, en ese momento el Hades me llama.

Y tal momento fuera para mí trágico
si no es la luz, en lo alto del Atlántico,
que aparece (una luz que bajó a mí veloz
y me llenó de energía). Me elevaba
pues la marea alta no era mas una traba,
pude yo emerger a salvo con la luz de Dios.

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